miércoles, septiembre 2

Palabras que hieren

Látigo y ceniza, tus duras palabras que horadan la calma de las cosas perdidas y en la brisa del reproche irremediablemente suspendidas , y en los orificios de los ojos atónitos y que en las frases hirientes nadan a su antojo ignorándonos y así y todo se atreven a anunciar las despedidas. Un insulto, luego la calma que presagia la frase que desagia la magia y el indulto del beso que se desvanece en la distancia. Trágica, la innombrable palabra se ahoga en el vino del perdón y el desatino arrepentido y pienso (desearía no estar aquí, contigo). Pero el amor puede más. Y sigo. Con la cotidiana música de tus caderas y todo lo perdonas y todo lo perdono, en la enredadera perfecta de la noche de sábanas y perfumes conocidos. Al abrigo de los besos somos otros, (o somos nosotros, nunca lo supe) nunca horadé en el miedo de no tener tu piel desnuda y el destino no se atreve a revelarme el secreto perpetuo de porque no podemos querernos como todos, será nuestra suerte, entonces, la ruleta muda: amarnos hasta morir y luego de muertos amarnos distintos, (como ahora) vaya uno a saber.