jueves, febrero 9

MI PROPIA MUERTE

Me pregunto donde andará mi muerte en este momento con su rutinaria suerte, posponiendo el viaje de golpear en mis cerradas ventanas que verán sorprendidas el bagaje de su fuerte voz, llamándome por mi nombre para cargar mi equipaje. Quizá mañana, en mi puerta se presente, pálida y angelical de besos reconstruidos, tal vez no la vea, tal vez me haya ido, tal vez mis sentidos huelan su presencia y entonces muera, tal vez no del todo, le pediré un momento para dejar estos versos a mis amigos, para no llevar conmigo esta fatídica herencia de papeles y letras, con el infantil y caprichoso pretexto de eternizar mi ausencia... Tendrán entonces mis letras que llevarán mi alma hasta sus manos adonde el arcano superfluo desvanecerá el misterio de mis pasos y sabré que existo, camino al cementerio por la simple torpeza de haberlos escrito. El infinito tiempo de no vernos se hará un segundo y el murmullo juntara en un abrazo el profundo valor de la amistad, apreciado y místico. Ahora, que sus sonrisas caben en mis ojos, les confesaré un antojo: que un momento los tengan a su lado, que los enojos destierren al intimo infierno de sus labios con la porfía inaudita de leerlos. Sean felices (pueden todavía), olviden sus malas noches y esperen sin reproches la mañana que borre las tristezas que dan paso a la inesperada y acaso buscada alegría. Yo, desde donde esté, alimentaré la rebeldía de seguir escribiendo, para que el ocaso de mis pasos aclare los trazos de mis pobres versos, y borraré de un plumazo la tristeza de no verlos.

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