sábado, mayo 5
Ensayo (borrar)
...apareciste una madrugada atrapándome en la vorágine de un sueño interminable y te vi emerger de mi propia fantasía como si hubieras estado dentro mío por mucho tiempo saliendo de las aguas de mi corazón y abriéndote paso con tu risa cristalina invadiendo las venas abiertas que contemplaban con estupor de enamorado aquella aparición del volcán de tu voz susurrando un pasado antiguo que renacía una y otra vez haciendo subir el calor de una adolescencia que creí perdida pero recuperada desde el ámbar somnoliento de unas frases sencillas que conmovieron los anaqueles de mis huesos hasta hacerme trastabillar de amor y de miedo a lo desconocido y de pronto lo supe: estaba infantil y perplejamente enamorado con la volcánica fuerza del sencillo y bello temporal que destruye a su paso lo que pudiera estar en pie todavía arrasando con los prejuicios de todo aquello que una vez creí olvidado amaneciéndome a los soles tempestivos de un canto de sirenas resonante en la proa de una nave a la deriva en el mar de mis angustias y de mis aniquilados miedos ahora asomando al alba de tu voz perfectamente grabada y entendida desde el centro mismo de la explosión de una palabra secreta y reconocida por ambos entonces comprendí que había estado muerto durante todo el tiempo anterior a tu voz y a tu sonrisa y que sólo ahora tenían algún sentido palabras escuchadas por siglos en mi mente fresca de sensaciones distintas y de temblores de rodillas y de juntar las manos en la esquina con ganas de llorar un llanto de niño miedoso porque tu no apareces y me estoy volviendo loco si no vienes ahora mismo y hasta creo poder morirme del dolor de que no estés conmigo con la rabia y la vergüenza de que luego llegues tarde como siempre y me encuentres muerto de amor y no te enteres porque ha sido y luego me beses y tampoco lo sepa andando sólo de tu piel de durazno húmedo en quien sabe que caminos perdidos extrañando los besos furtivos y las caricias secretas adivinando desde otros mundos donde te has ido para dejarte de nuevo una rosa en el lecho y sonreírme con tu rostro perplejo cuando comprendas que puedo seguir amándote aún después de haberme muerto...
Carruajes
Los antiguos carruajes del olvido
dirán como al descuido
cuando esté en el temido
infierno, que nada es eterno,
que nada está perdido
y que el pecado causante
de este mi destierro
han sido sólo unos besos...
o tal vez tu olvido.
Ay de las sombras que nos separarán crueles,
ay de los infieles besos que ya no muerden la boca,
ay de esta loca pasión que aún me devora,
ay de mi si me toca llorar
porque te has ido y en la esquina he perdido
mi corona de laureles...
Ya no veré la barca de tu amor
apostar a mi puerto, estaré tan muerto
de dolor cuando alejado,
se cierren para siempre los candados
y no despierte de este sueño,
cuando el diablo me quite para siempre
y me duerma sin ser dueño
de este amor equivocado...
Amaré eternamente el cansado brillo
de las noches de amor, amaré
con el candor de la distancia inseparable,
amare indomable aquel sabor del primer beso,
y amaré en exceso esa costumbre
de imaginarte en la lumbre y tal vez de extrañarte...
De perdonar se trata...
Cuando te oigo decir: “A veces no te entiendo”..
La fábula de la tristeza se apodera de mí
Y una sonrisa baladí me recorre por dentro..
Entonces me comprendo. Será acaso el fracaso
que intuyo siempre? Será que la curtiembre
de mi piel no está al acecho?
O es mi propia hiel de desaciertos
que me deja en el desierto inacabado
de mi propio lecho?
Sé que soy distinto. Que el instinto
de escribir siempre me traiciona...
y que tus hormonas lejanas confunden mis sentidos,
también sé que esta mañana,
al levantarme, no pude acostumbrarme
a saber que siempre soy el mismo.
El que escribe, el que sueña, el que se adueña
de tu amanecer y de mi ocaso. Perdóname,
tal vez te canso, quizás no seas feliz
teniéndome a tu lado, sólo compréndeme,
en la distancia necesaria de soñarnos cada tanto,
en el universo vasto de esta telaraña
que inventamos juntos, déjame, si quieres,
en mi entrecerrado mundo de glorias y fracasos,
te sorprenderás si te digo que te extraño,
a través de los años la frase repetida
la mantengo, la aliento, la vivo y yo mismo la enciendo,
no me hagas caso y tampoco te preocupes:
a veces...yo tampoco me entiendo.
Es ahora o nunca
He buscado en vano en el ensombrecido sueño de las cosas
las noches y los días, la razón poderosa y única, para sentirme
un hombre. Un obstáculo inesperado incierto y distinto, cruza
y crece dueño de mis pensamientos como una nube quebrada
de lágrimas desgarrada de versos y tormentosos destinos.
He cruzados los cielos de las pasiones sin que mis cabellos
se moviesen un palmo de su sitio, impasibles como el hielo,
impacientes como mi esperanza y como ella, presto al sacrificio.
He cruzado el ancho valle de mis defectos y muy a mi pesar
los he sopesado reconocidos como propios, como una agónica
prolongación de mis afectos y mis odios, a veces.
Con creces he pagado actos ciegos de impulsos que han hecho
que en mi lecho me avergüence de llamarme hombre y de mi pobre pulso. He desgarrado el velo de la tristeza mirando al fondo de
infinitas conciencias sin el parpadeo certero que logre afrentar
mi existencia, impertérrito de flechas y de arqueros.
He sido. Y volveré a ser. Pero quisiera llamarme EL HOMBRE
así como suena, con fundada pena debo admitirlo:
no lo soy. Ni lo seré hasta el momento en que la desconocida
voz lo pronuncie. Esa hora en que se me anuncie la buscada
condición y el perdón de las ofensas que batallan las conciencias
con mística paciencia, entonces mi objetivo inalcanzable
será alcanzado: entregaré mi cuerpo al develado misterio
y sabré de mi vida: el resultado.
Tacones cercanos...
Cuentan que el hada tejía palabras de la nada
al río ensimismado que la oía enamorado.
Pero el príncipe fatal de despedidas cabalgaba,
apuesto y opuesto, lejano de su alma y ensimismado.
Tal vez un recuerdo encarcelado perseguía,
las manos ocultas de nervios y de prisas,
una esquina indemne de palabras al viento, un lamento
triste después de tu partida, un pañuelo de recuerdos plenos
y un boleto roto de lágrimas vertidas...
Difícil el ensueño pobló su vigilia,
la última ceniza acabó de despertarlo,
miró aquel retrato como en una cornisa
y supo que moriría si al despertar, no estaban los cabellos
en la almohada repetida, temió por su vida
si aquel sueño ingrato le decía
que no la vería esta mañana y que no la besaría
nunca más en ésta ni en otras vidas...
Y el príncipe dijo:
“Morirás en mis brazos para renacer en mi piel, volverás en el clavel de la sonrisa amante y despertarás a mi lado de deseos distante, cada vez que te acune con mis versos de miel.
No pretendas mis sueños si despierto impreciso, si lo que tu boca hizo no te lo perdonaré más, no esperes que detrás de mis pasos, renazca el fénix de un abrazo que no te daré jamás.”
Y el hada dijo:
“Febril la noche acompasa mi vigilia, remedo con dudas la impaciencia de tenerte, sabré por fin al verte si tu quiero todavía? O tal vez la porfía de un amor partido me condene al olvido y los sinsabores? De querer tenerte conmigo y pretender vivir sin ti, o entre dos amores...”
Después anduvieron la vida como una enorme sábana,
con las manos ancladas detrás de algún adiós, tuvieron
la voz angustiada de despedidas, tuvieron la vida
subida a la garganta y la luz que espanta las horas vividas...
Les hablaron entonces sus ojos al cómplice calor de un sueño ansiado,
Les hablaron sus manos desde el propio costado
donde la piel se renueva, le habló la primavera agazapada
en las pupilas, con la clandestina apariencia de rostros humanos,
y en el día les hablaran los ojos pero a la noche les hablaron las manos...
¿ Volverá a la vida la presencia perdida de besos y de encuentros,
volverá ese tiempo de sonrisas escondidas
y de cómplices miradas, o vendrá la distancia
como un río desbordando sus cauces
y tragará en sus fauces
tu remordimiento...
y mis huérfanas lágrimas...?
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